Cuando el Camino de Santiago atraviesa Palencia por Tierra de Campos se alza, como un milagro de perfección, la iglesia de San Martín de Frómista.
El arte románico encontró un paisaje severo y grave en el que enraizar un templo que fue cabeza de un monasterio: los brillos dorados del trigo, que se convierten durante el invierno en páramos pardos y terrosos, son, junto a la infinitud castellana del cielo azul o estrellado, los horizontes visuales y simbólicos que acompañan a San Martín de Frómista.
La iglesia que hoy puede visitarse en Frómista perteneció a un monasterio levantado dentro de una pequeña villa en el Camino de Santiago. Su fundación estuvo asociada a la voluntad de los reyes de León y Castilla de impulsar un monasterio en este lugar.
Al mencionar San Martín de Frómista, siempre se ha alabado la perfección formal de sus líneas arquitectónicas, la armónica compensación de volúmenes, la corrección constructiva de sus bóvedas y pilares, el equilibrio estructural resultante y la imaginativa riqueza y frescura de la escultura desplegada en capiteles y canecillos como los rasgos más celebrados de esta joya del románico palentino.
Su carácter de monumento paradigmático del románico pleno y su emplazamiento en la ruta jacobea, hace que reciba numerosos visitantes de la más variada procedencia geográfica que se complacen en la contemplación de este monumento fundamental del arte románico que fue levantado a finales del siglo XI
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